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El Trasplante hepático es un procedimiento quirúrgico en el cual un hígado enfermo se reemplaza por un hígado sano o incluso una sección de éste, proveniente de un donante. Este tratamiento es fundamental para pacientes con enfermedades hepáticas graves y/o terminales.
Los candidatos típicos para un trasplante hepático son aquellos con insuficiencia hepática o enfermedad hepática terminal. Las causas comunes incluyen:
Un donante vivo, generalmente un familiar, puede donar una parte de su hígado. Debido a la capacidad regenerativa del hígado, tanto el donante como el receptor pueden tener una recuperación exitosa.
Un donante fallecido es una persona que ha decidido donar sus órganos tras la muerte. Este tipo de donación es más común y puede salvar la vida de aquellos sin un donante vivo compatible.
Antes del Trasplante, el receptor se somete a una serie de pruebas médicas para asegurar que es un candidato adecuado y minimizar el riesgo de complicaciones durante y después de la cirugía.
El donante también pasa por evaluaciones rigurosas para asegurar que la parte del hígado a trasplantar esté en óptimas condiciones y que el procedimiento no afecte su salud a largo plazo.
Antes de la cirugía, se realizan análisis de sangre y pruebas de compatibilidad. El paciente es preparado y llevado a la sala de operaciones.
El Trasplante hepático generalmente dura de 6 a 12 horas. El hígado enfermo se extrae y se reemplaza con el hígado del donante. Los vasos sanguíneos y las vías biliares se reconectan.
Después de la cirugía, los pacientes son monitoreados en la unidad de cuidados intensivos. La recuperación incluye la vigilancia de signos de rechazo, infecciones y la administración de medicamentos inmunosupresores.
Los pacientes Trasplantados deben tomar medicamentos inmunosupresores de por vida para prevenir el rechazo del nuevo hígado.
El seguimiento regular con el equipo médico es crucial para monitorear la función hepática y la salud general del paciente.
El Trasplante hepático puede ofrecer numerosos beneficios, como una vida más larga, mayor energía y la posibilidad de llevar una vida activa y normal, libre de los síntomas debilitantes de la enfermedad hepática.
El Trasplante hepático es una opción de tratamiento vital para aquellos con enfermedades hepáticas graves.
Con la evaluación adecuada, una cirugía exitosa y un correcto cuidado postoperatorio, los pacientes pueden experimentar una mejora significativa en su calidad de vida.
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